Creo que fue en aquél momento, cuando nos vimos de nuevo tras varias semanas de alejamiento, cuando no tuve más remedio que asumir que Claudia provocaba en mí extraños deseos… Sobre todo, porque todo parecía indicar que no eran correspondidos, no porque me parezca extraño el desearla…
A veces me encuentro perdida, dentro de mi propio cuerpo, y me pregunto qué cosas cambiarían de mí, si fuera un chico. Supongo que es algo normal, que casi todas las adolescentes heterosexuales se lo plantean, como poco, una vez en su vida. Pero yo, me temo que lo hago con cierta frecuencia...
Como sabéis, tengo una estatura media (uno setenta), soy bastante delgada, aunque el peso no es algo que me preocupe especialmente... Procuro cuidarme un poco, es cierto, tomo muchas ensaladas, muchos productos lácteos, y de vez en cuando me da por tomar pescado hervido con patatas... pero al día siguiente, me puedo comer un chuletón de cuarto de kilo de añojo, y después de la tarta de queso con nata, le pongo sacarina al café bombón... Y de sujetador, gasto una 90, que no está mal, y que según Claudia o Miguel, es lo más adecuado para una chica como yo...
La mayor diferencia, supongo, es que yo realmente he vivido unas horas disfrazada de varón, hace un par de semanas... Empezó como la típica idea chorra que surge a media tarde de un sábado gris y angustioso... Como madre había salido con las “Valkirias de Carabanchel”, por una vez pude invitar a Claudia a mi casa, más que nada para hablar, porque todavía sigo hecha un lío con mi identidad sexual...
Por otra parte, aprecio demasiado nuestra amistad, y lo que me hace sentir, para tomar cualquier iniciativa que pueda separarnos... Ella es mayor que yo, tiene 30 años, pero nos llevamos genial... La otra tarde nos probamos la ropa de mi hermano mayor, Gerardo, que siempre deja unas cuantas mudas de todo, para los fines de semana que se queda en casa (trabaja en el Mar del Norte, en una plataforma petrolífera de Repsol)... Y allí estábamos las dos, en ropa interior, perdidas entre pantalones vaqueros y de vestir, algún traje de chaqueta de corte anticuado, camisetas heavys, chupas de cuero... Vale, a Claudia no le quedaba bien ese tipo de ropa, tiene demasiado pecho, y demasiadas caderas, por lo que no le cerraban los pantalones... Sin embargo, a mí se me ocurrió probarme el traje de chaqueta... Y me quedaba genial, con la melena negra recogida en una coleta, y un sombrero estilo mafioso... Un poco más de hombreras no me habría venido mal, pero estaba muy guapa/o...
El caso es que nos fuimos a dar un paseo, a merendar chocolate con churros en la Chocolatería Valor, ya os he dicho que no tengo problemas con las dietas... sobre todo con romperlas... y luego, al cine... Yo me sentía extraña, con aquellas ropas de hombre, con el olor de mi hermano esparciéndose a mi alrededor, sintiendo cómo los restos de sus hormonas atrapados en el tejido realizasen pequeños cambios en mí, modificando tal vez la percepción del entorno, los cuerpos, los olores, los colores, las formas... y sobre todo, las personas...
Tal vez fuera por el cansancio, no había dormido casi nada en tres días para terminar un trabajo de la facultad que tenía que entregar el 9 de enero (siempre habrá profesores con un extraño concepto de “aprovechar las vacaciones”), o por la presencia de Claudia, por su perfume, ella seguía con el mismo vestido a lo hippy y sus sandalias de tacón medio, y su bolso de rafia… pero de repente, empecé a ver las cosas como si realmente fuera un hombre: me fijaba en los kilos de más que tenían algunas mujeres, en si sus pechos eran firmes o caídos, si tenían el culo respingón o plano, si estaban bien maquilladas o no... Cuando empecé preguntarme si usaban braguita, tanga, culote o nada, y si tendrían el pubis depilado o no, comprendí que la situación se me estaba escapando de las manos...
Porque me estaba haciendo el mismo tipo de preguntas sobre Claudia, aunque algunas de ellas ya tenían respuesta. En aquella época, ya habíamos ido juntas de compras… Y al “spa” cerca del Auditorio… Me daba un poco de vergüenza el comparar mi bikini de tipo olímpico, con el suyo, creado por Hermés… Pero fueron dos horas muy agradables, una justa celebración de las navidades… Luego, en el vestuario, nos cambiamos juntas… Y fue la primera vez que la vi desnuda… Comprendía muy bien que volviera locos a los hombres… Pues en mí, cada una de sus curvas estaba empezando a causar un tremendo efecto…
Estábamos paseando por Chueca, mirando los escaparates de las tiendas, pensando tal vez en entrar para probarnos alguno de los conjuntos que nos gustaban, cuando sentí la urgente necesidad de cogerle la mano, pero no como a una amiga, sino alguien que se encuentra en el limbo de la amistad y el amor... Y nuestro reflejo en el cristal me permite ver su reacción, ni le sorprende, ni le molesta... No hago más que mirar la cristalina imagen, y recorro y comparo nuestros cuerpos, más allá de las simples ropas, nuestras alturas similares, nuestras cabelleras (mi única concesión ha sido el recogerme la melena con una coleta)... Y acaricio suavemente la palma de su mano, de manera distraída... Y siento la necesidad de darle un beso en los labios, y acerco suavemente mi cara hacia la suya... En el último momento, evitando quizás de esa manera mayores daños, la beso en la mejilla, tiernamente… y creo que Claudia se dio cuenta del cambio de trayectoria...
Minutos después, seguimos caminando... Y nos tomamos un par de tés árabes en un curioso local, donde había una gran profusión de narguiles con "tabacos especiales" (me temo que fue allí donde se manchó la chaqueta del traje)... Nos encontrábamos bien, a gusto, pero Claudia tenía que viajar el viernes por la mañana a Barcelona, así que me dejó en casa pasadas la medianoche... Nos despedimos con un abrazo, dos besos... y el aroma de su perfume, y el eco de sus últimas palabras, cuando yo salía del taxi, me hacía pensar en cosas hermosas... "Estabas muy guapa vestida de hombre, Beatrice... pero te prefiero como mujer..."
Una vez en casa, y aprovechando que madre hace tiempo que estaba dormida, me quité el traje, la corbata, la camisa... volviendo a mi ser después de unas horas de ensoñaciones y leves desvaríos... Me puse el pijama de felpa, con las vacas locas, y como no tenía ganas de cenar, me lavé los dientes, y me fui a la cama... Hasta qué punto mis sensaciones y sentimientos se debían al traje, al té, al "tabaco de frutas" con mezcla de hachís, es algo que no me planteaba demasiado, y tampoco me interesaba mucho pensar en Claudia de otra manera... De todas formas, pensaba en aquellos momentos previos al sueño... estoy segura de que nuestros esquivos reflejos se han atrevido a hacer realidad las locas ideas que se me ocurrieron antes... y ahora mismo se estarán besando apasionadamente en fondo del escaparate, escandalizando a los demás reflejos...
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