Nunca he tenido demasiados problemas en contar historias, y precisamente hoy, cuando estamos solas por última vez, no tiene demasiado sentido el que me ande con remilgos, ¿verdad? Los putos convencionalismos, el "qué dirán", siempre ahí, siempre pendientes, dispuestos para exterminar cualquier sentimiento poco "ético", poco "correcto"... y si a continuación metemos la "moral", soy capaz de vomitar...
Tantos años juntas, tantos viajes, tantos cines, tantas experiencias, tanto trabajar juntas en la misma empresa... y al final resulta que es contigo con quien he pasado algunos de los mejores momentos de mi vida, y que también me ha apoyado en los peores... Pero tú solamente me has visto como amiga... Y yo a ti...
Al menos, hasta esta noche... Supongo que es algo que tenía que pasar, ¿verdad? Y no lamento que haya sucedido precisamente esta noche, cuando hemos tenido que coger la única habitación de hotel que estaba libre... con una gran cama de matrimonio... Y chimenea... Por supuesto, ninguna de las dos pensaba que algo tan íntimo y tan intenso podría ocurrir entre nosotras, que pasamos la adolescencia compitiendo por los mismos chicos, por las mismas ropas, los mismos sueños...
Y aquí estamos las dos, mientras tú duermes desnuda entre las sábanas, y yo te contemplo desde el balcón abierto... Creo que nunca antes una mujer me había parecido tan hermosa como tú, juego de luces y sombras sobre las sábanas... Quisiera que esta noche no terminase nunca... pero dentro de pocas horas regresaremos a la rutina, al trabajo, a nuestras "pequeñas familias perfectas", incluyendo maridos, hijos, perros y gatos... y lo que hemos compartido será un sueño de una noche de Otoño...
Las negociaciones para conseguir la nueva cuenta de publicidad nos llevaron más tiempo del que pensábamos, pues surgieron complicaciones de última hora, y al final resultó que no era posible volver a Madrid en el día... El cliente, una importante marca japonesa de cosméticos radicada en Burgos, deseaba a toda costa que le expusiéramos la nueva imagen de la empresa para su expansión europea… Creo que el conseguir que tres azafatas orientales se dejasen maquillar por nosotras, y enseñasen los nuevos anuncios sobre los que llevábamos tanto tiempo trabajando (casi tres meses) fue una gran idea…
Comimos en la oficina de los clientes, algo "informal", que trajeron del mejor restaurante de la ciudad... Al final, lo conseguimos, incrementando además nuestro porcentaje de beneficios, y con un cliente satisfecho y agradecido... Y tú te empeñaste en celebrarlo "a lo grande", aprovechando los tratamientos especiales de relax y belleza del hotel... aunque eso implicase asaltar literalmente la sección de bikinis del centro comercial, y comprar al mismo tiempo ropa interior, camisones, medias, cepillo de dientes...
Después de una jornada tan intensa, fue una auténtica maravilla el meterse en la serie de piscinas que, durante una hora y media, configuraban el circuito termal... y con las distintas temperaturas, burbujas, velas y música relajante, yo iba notando que desaparecía el cansancio de mi cuerpo... y del tuyo... pues incluso eso se nota siempre en tus inmensos ojos negros (y tu pelo rubio), que representan un contraste tan grande con mis ojos verdes (y mi melena negra)... Tal vez por eso funcionamos tan bien en equipo, porque nuestra personalidad, nuestra inteligencia, se ve potenciada cuando la gente se guía solamente por nuestra belleza...
Vale, es cierto, con tanto tiempo viéndote a mi lado, con ese exiguo bikini que tan poco espacio dejaba a la imaginación, yo me preguntaba si llevarías las ingles brasileñas, o las integrales... Ahora lo sé... Pero fue sobre todo durante el masaje con chocolate tibio, cuando nos desnudaron a las dos sobre las camillas, separadas escasamente por un biombo de lino, y mientras notaba esas manos de mujer que recorrían mi cuerpo sin vergüenza ni tabúes, pero al mismo tiempo sin un ápice de deseo, fue entonces cuando imaginé lo que sentiría si fueran las de otra persona, las de mi marido... o las tuyas...
Lo único malo de ese tipo de masaje, es que después se hace imperiosamente necesaria otra ducha... y un cuarto de hora en el jacuzzi, de agua caliente, contigo bien cerca... Y subimos a la habitación... Alguien, después nos enteramos de que fue el cliente, nos ha obsequiado con una cena especial, con jamón serrano, distintas clases de quesos, de embutidos, y una botella de excelente cava catalán y otra de vino de Rueda, y un cesto de fresas...
Como las adolescentes que en el fondo seguimos siendo (aunque con algunas patas de gallo, vale, y alguna pequeña estría por los embarazos), no nos molestamos en vestirnos, el albornoz, ligeramente perfumado con el olor de la canela, nos parece suficiente ropa... Acercamos la mesita a la cama, y nos tumbamos boca abajo sobre ella... Desde allí, vemos el paisaje exterior, algunos pinos, los prados, las colinas, y en el horizonte se perfilan las primeras estrellas… Lentamente, disminuyen las luces del exterior, y solo permanecen las llamas de la chimenea, y un par de lámparas ambientales... Entre risas, recordando viejos momentos, otras situaciones, otras personas, vamos comiendo tranquilamente, aquella noche cenaremos en la habitación, y el resto del mundo no existe: solo nosotras…
Todo empezó con las fresas... bueno, y con el vino... afrutado, con ese deje rústico, cálido, suave... que tan bien pegaba con el surtido de ibéricos... Pero cuando llegamos al cava... y a las fresas... Al beber, te atragantas, a media carcajada... y el cava, brillante, espumoso, empieza a correr entre tus senos, estás tumbada boca arriba, con el albornoz blanco flojamente ceñido sobre la cintura... Y algo has visto en mi mirada, algo has sentido en mi interior, y en tu interior, latiendo, palpitando, pues suavemente has inclinado mi cabeza sobre tu pecho, orientándola dulcemente para que pudiera beber el cava derramado... Y así lo hice, sin pudor alguno, como si fuera lo más natural del mundo entre dos amigas que llevan toda la vida juntas...
Pero no nos quedamos allí, mis labios, sedientos de ti, han ido apartando los pliegues de tu albornoz, hasta dejarte, desnuda, anhelante, ligeramente nerviosa sobre la doble capa de la gruesa colcha en la gigantesca cama de matrimonio, con tu cuerpo bañado por la doble luz del fuego y de la luna y las estrellas... Jamás me has parecido tan hermosa, quizás porque aquella noche, no te miraba solamente como una mujer, sino como una amante... Antes de entregarnos al tierno juego de caricias, te has asegurado de dejarme también a mí, desnuda, tendida a tu lado, convertida en una maraña de deseos, de pensamientos, de ideas... Y especialmente, con hambre de sentir, de experimentar... La habitación está caldeada, y es agradable estar desnudas, juntas, sobre la cama…
Durante unos minutos, simplemente nos mirábamos, sin hacer nada, comparando, quizás, de manera inconsciente, las diferencias, y los parecidos, entre nuestros cuerpos, las huellas que había ido dejando en ellos el tiempo, la cicatriz de mi apéndice contrasta fuertemente con la de tu rodilla (ese menisco cruzado...), alguna que otra estría del embarazo de Pablito... Incorporándote levemente, mi 85-B se queda pequeña frente a tu 100-B, y entonces eres tú quien, con ese brillo tan especial en los ojos, viertes un reguero de cava desde mis pechos hasta mi monte de Venus (aquella noche, sobre todo, me alegré de haber hecho caso a mi marido, depilándome por completo)... y en cuanto empecé a sentir tu lengua, tus labios, tu boca entera sobre mis pechos, y mil roces y caricias, creí enloquecer, no solamente por lo que me estabas haciendo, sino por quién eras, por todo lo que representabas para mí...
Quizás incluso por tratarse de algo que deseábamos llevar a cabo desde hace mucho tiempo antes, en aquellas primeras indefiniciones sexuales de la adolescencia…Y llegaste a mi monte de Venus, y empezaste a escalarlo, lenta y concienzudamente, vertiendo ocasionalmente unas gotas de cava, que se abrían paso hacia dentro, y se mezclaba con mis orgasmos... hasta que finalmente, con una brutal erupción y un poderoso gemido que intentaste vanamente de contener entre mis labios con tus dedos, descansé unos minutos... Antes de empezar a amarte...
Ha sido una noche mágica, especial, dos amigas, dos viejas amigas, que descubren, juntas, que todavía les queda mucho camino por delante, muchas cosas por hacer, por sentir, por experimentar... Jamás, insisto, jamás he gozado con ninguna otra persona como durante estas horas... He recorrido tu cuerpo, cada centímetro, con la lengua, con los labios, he bebido en tu copa el cava, hasta que se terminó... y con la precaución de no manchar mucho, he derramado sobre ti un chorro de chocolate tibio, desde tu mano derecha hasta tu pie izquierdo... y mi lengua, juguetona, no ha dejado nada... Y he repetido....
Varias horas, de juegos, de caricias, de explorar con todo el cuerpo y con toda el alma, el cuerpo y el alma de otra mujer, entre besos de mariposa, y besos largos, profundos, febriles, ansiosos... y algún que otro chupetón difícil de justificar, me temo, en la nuca, y detrás de la oreja izquierda...
Y ahora, tú duermes... Y yo desearía poder acurrucarme a tu lado, y disfrutar de tu cuerpo, y detener el tiempo, y congelar la noche, para volver a disfrutar otra vez de ti... Y tú de mí...
No, no quiero dormir, quiero memorizar cada lunar, cada minúscula arruga, trazar el mapa de tu ser... Pues tengo miedo de que estas horas doradas desaparezcan... Pero mejor dejo ya de pensar... Acabas de abrir los ojos, y me has mirado, y la magia reside en tu ser... Y me tiendo a tu lado... Mientras mi cuerpo, desnudo, se funde con el tuyo, bajo las sábanas...
Y las dos tenemos la misma sonrisa cómplice... porque nos hemos dado cuenta de que hoy es sábado... y realmente el mundo no se va a parar porque nosotras dediquemos algunas horas a estar juntas... a disfrutar de nosotras... de la sauna, de la cura de relax, del circuito termal... Hasta el domingo por la tarde (una de las primeras cosas que hemos hecho esta mañana ha sido ampliar la estancia) todavía nos queda mucho tiempo para el placer... Pues posiblemente, nadie hay mejor para saber dar placer a una mujer... que otra mujer...
Y por eso mismo, sin haber dicho ninguna palabra (¿los pequeños gemidos de placer se consideran palabras?), tenemos bastante claro que ocasionalmente, lo dejaremos todo atrás, para realizar un pequeño viaje de negocios... y seguir explorando... nuestras almas…
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