Dieciocho meses… se dice pronto… desde la última vez que vi a Esteban, mi gran amor desde los diecisiete años… hasta los dieciocho y medio… Antes… y después, me he enamorado otras veces… de algunos chicos, pero ha sido todo en plan mucho más romántico, con poco más que un par de caricias, y algunos besos… y en otros casos, como mi compañero de facultad, “mi Antonio”, ni siquiera hemos tenido más que un par de besos robados...
No quiero darme la vuelta, ni verte marchar, me hago la dura, la fuerte, me reafirmo... Y sigo mirando al lago, mientras tú esperas, a pocos pasos de mí, sobre las hojas... Estás incómodo, lo sé… pero ni puedo ni quiero hacer nada por cambiarlo… Hemos llegado al punto de no retorno… Escucho los pequeños ruidos del bosque, a mis espaldas, y la brisa aleja tu colonia...
Sigo mirando las plácidas aguas del lago, con las pequeñas olas provocadas por el viento... Y recuerdo cuando no hace mucho, nos bañábamos cerca de la orilla... El agua, fría, pero transparente, del lago... La extraña sensación de libertad que nos daba acampar junto a la orilla un fin de semana, y comer bocatas de jamón serrano y latas de raviolis con queso en el camping gas... Pero todo eso terminó...
Esta noche, hemos compartido tienda por última vez, tras discutir amargamente antes del sueño, como otras veces... No hemos hablado al despertar, simplemente, hemos vaciado la tienda, y deshinchado la colchoneta de matrimonio, que ocupa todo el habitáculo... Al cabo de un rato, lo sé, te cansarás de estar ahí, en silencio… Y entonces, te darás media vuelta, cogerás tu bici de montaña, cargarás en ella la tienda (una Ferrino Teneré para hacer vivac, caramelo y plata), tu mochila, y parte de las cosas de acampada, y te irás… Siempre le he tenido cariño a esa pequeña tienda… a veces, demasiado pequeña para una pareja, pero de todas formas, nos ha prestado un buen servicio, siendo nuestras paredes, techo y suelo, en casi todas las acampadas que hemos realizado juntos… Era nuestro “nidito de amor”, y al mismo tiempo, nuestro último refugio frente al mundo… El único que podíamos permitirnos… Pero ya no volveremos a utilizarla… Porque tú has dejado mis cuatro cosas bien apiladas sobre una manta de cuadros escoceses, para que no se manchen con la tierra: mi saco de dormir, la mochila, el peluche del monstruo de las galletas, y la bici de montaña…
Y yo seguiré aquí... Callada…Sin querer mirarte, ni moverme, dejando que suavemente retorne el silencio del bosque y de la orilla del lago… Sin escuchar siquiera los enjambres de mosquitos… Ni el sonido de las cigarras… Solo oiré los rítmicos latidos de mi corazón… Y cuando esté más tranquila, volveré a escuchar la vida secreta del bosque, la caricia de la brisa en las mejillas, con todos los sentidos… Posiblemente, tendré frío…
Pero seguiré quieta, como la mujer de Lot, hasta estar completamente segura de que ya te has ido... Y entonces... podré llorar... y dejar que mis lágrimas resbalen por mis mejillas... y que unan su amargor a la dulzura del lago... diluyendo los recuerdos, poco a poco, en la nada...
Igual que nuestro amor...
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