sábado, 3 de septiembre de 2011

23. ¿NAZARENA SALEROSA?... ¿POR QUÉ NO?

En Azuaga, el pueblo de mi padre, la Semana Santa siempre ha sido uno  de los momentos más emocionantes de todo el año. Aunque se trata de una localidad moderadamente pequeña, hay numerosas cofradías, y existe una fortísima devoción popular hacia cada una de las imágenes. La procesión más “sentida”, más emocionante, es la del Encuentro, durante la cual se intersectan los caminos de La Dolorosa y del Cristo del Humilladero…

No me gustan las procesiones de Semana Santa... No entiendo qué sentido tiene el sacar un paso en procesión, ni el esfuerzo colectivo de los costaleros... No comparto el fervor religioso, ni el espíritu de sacrificio y devoción, que les permite aguantar, en ocasiones, más de trece o catorce horas, con un preso tremendo desgarrándoles las espaldas, los hombros, y todo ello escondidos debajo de unos ropones que deben ser tremendamente incómodos, y además, con la caperuza, las alpargatas... ¡Pero si en Azuaga, el pueblo de mi padre, una de las procesiones dura casi diez horas!
Tal vez, lo que me da miedo es la uniformidad... Aquellos seres que se arrastran lentamente evocan en mí visiones de pesadilla, y mi mente calenturienta me lleva a los tiempos de la Peste Negra... o a cualquiera de los universos macabros y alternativos de Howard Phillips Lovecraft, de Edgar Allan Poe... Es más... ¿quién me asegura que bajo todas aquellas capas de ropa, no se encuentra la encarnación de mis peores pesadillas? ¿Que unos seres zombificados, como los que protagonizan "Cell", de Stephen King, no se esconden, cautelosos, esperando el momento de agarrar una víctima como aperitivo… y que esa no voy a ser yo?
 Por eso, procuro tomarme un par de cubatas antes de las procesiones, con los amigos, para quitarme viejos miedos... y asistir en aquellos lugares donde pueda emprender una rápida retirada estratégica, por la calle del Rastro y con la casa de la tía Carmen a pocos metros... por si las moscas... para tener asegurada una vía de escape… A veces pienso que si tuviera que escoger un momento preciso para organizar un golpe de estado, sería durante la Semana Santa, esperando los típicos desfiles (aunque no es una idea nueva: ya la hemos visto en “Tintín y los Pícaros”)…
Pero desde la última Semana Santa, creo que les tengo un poco menos de miedo... Me explico: todo sucedió en la procesión del Cristo del Humilladero, una de las más hermosas, pero también, de las más largas, y con mayor número de participantes, desde la banda de música, los guardias civiles y las inevitables señoronas enlutadas luciendo joyas, mantillas, peinetas y oropeles, cuya finalidad no entiendo... ¿Qué demonios pretenden demostrar, haciendo ostentación de su riqueza, de sus oros, sus perlas, sus mantillas y sus taconazos, si se supone que son las dolorosas acompañantes del Cristo muerto? ¿No sería más oportuno que llevasen ropas negras, pero normalitas, alpargatas, y por supuesto, ninguna joya? ¿O incluso que fueran descalzas, pidiendo clemencia por sus pecados? No soporto el fariseísmo, ni la hipocresía…
Yo estaba pensando en mis cosas, con mis neuras, cuando de repente, escucho pronunciar mi nombre, desde las filas de los nazarenos... "¡Beatrice! ¡Beatrice!"... Miro por todas partes, pues recuerdo vagamente aquella voz, y de repente, el encapuchado que está más cerca de mí se quita el capirote, lentamente... Y entonces, aparece ella... Noelia... Con sus labios de fresa, y su cara de no haber roto un plato en toda la vida... Hace tantos años que no nos veíamos, más de diez, que me siento vieja de repente... Tenemos por delante solo unos minutos, antes de que la procesión arranque de nuevo, y quedamos en vernos al día siguiente, para merendar, en la Croisantería... Sin embargo, antes de que se reanudase el recorrido, me dejó hacerle una foto... que todavía conservo en mi álbum de recuerdos… Con la caperuza parcialmente retirada, sus negros y rebeldes mechones de cabello negro, una inmensa sonrisa en sus labios… Fue algo efímero: unos minutos más tarde, y Noelia se ponía de nuevo en marcha, con ese paso lento que termina destrozándote el cuerpo, y el peso del cirio cargado en la mano izquierda, terciado sobre tu pecho… Y saber que te quedan por delante muchas horas, y que no te puedes parar, ni retrasar, ni salir de la fila, como no sea “por motivos de causa mayor” sobre los que no hace falta dar más detalles…
De lo que pasó aquella tarde, pocas cosas hay que contar... La pasamos merendando en “La Croisantería”, y luego dando un paseo por el parque. Siempre es agradable reanudar una amistad, y hablar tranquilamente con alguien que fue muy especial para ti, compañera de trabajos, y de exámenes, de algunas juergas, y de muchas confidencias… A las dos nos gustaban nuestros respectivos hermanos, pero jamás nos atrevimos a dar el siguiente paso, porque eran “demasiado maduros” para nosotras… No tendríamos más de trece años la última vez que estuvimos juntas, y por eso, mi hermano, con diecinueve, ya era “demasiado mayor”… Sin embargo, dos o tres años más tarde, creo que no habríamos tenido tantos problemas con la edad…
 Estuvimos comparando un poquito nuestras vidas, y concluimos que las dos estamos bastante a gusto con nosotras mismas, y con nuestro entorno... Ella vive en Sevilla, con su novio, y estudia Ciencias Políticas... Espero que tenga más salidas reales que el periodismo, donde no hago más que ver a los mismos contertulios, diciendo las mismas sandeces, en programas clónicos... Creo que esa es la mayor diferencia, que Noelia tiene alguien con quien compartir su vida, aunque su madre finge que no lo sabe, porque no puede admitir que una “niña de buena familia” esté viviendo  “amancebada” con un “bohemio que estudia bellas artes…” Yo les envidio por su libertad…Nos despedimos con dos besos, y un abrazo por los viejos tiempos, después de intercambiar direcciones de mail y teléfonos... aunque luego, solo el tiempo nos permitirá saber si volveremos a encontrarnos de nuevo… o en qué condiciones… Las amistades de la infancia, con mucha frecuencia, permanecen ancladas en el tiempo, igual que las personas…
Me hizo mucha ilusión verla de nuevo... De alguna manera, recordé la mi infancia, otras procesiones de Semana Santa, de la mano de mi madre, mientras esperábamos en la esquina de la casa de la tía Carmen, a que llegasen los costaleros… entre los que se encontraba mi padre… La ilusión con la que esperaba que él llegase a nuestro lado, alzase la caperuza, y nos mirase, sonriendo… Creo que, el año próximo, no tendré tanto miedo a los nazarenos... aunque por si acaso, llevaré mi botellita de agua bendita, y un par de dientes de ajo en el bolso... “If the flies”[1], como siempre dice la tía Agustina…



[1] [Es una de sus muletillas, traducción literal de nuestro “Por si las moscas”… Que ella, evidentemente, sabe que se traduce por “Just in case”… Manías, ya sabes… Lo malo es que resulta contagioso: hace algunos años vino a pasar el verano con nosotros el hijo de unos amigos americanos de mi abuelo Massimo… y cuando regresó a Nueva York, tardó un par de semanas en olvidarse de la muletilla…]

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