Somos como dos imágenes, presas en sus cuadros, salvo que a nosotros, nos separan las convenciones y las certezas de lo que está o no bien visto por la sociedad... Nado entre dos aguas, entre dos amores, dos personas a las que amo, a mi manera, es cierto: la de alguien que no tiene del todo claro el significado de aquella palabra, el amor...
Eternamente juntos pero siempre separados, en plan Lady Halcón, pero sin tanto glamour… Porque la vida real es siempre menos interesante que las fantasías... Ni siquiera la ausencia de mis dos amores hace que sea menos interesante este comienzo de verano... Llevo casi dos semanas dedicándome a la “egoterapia”, es decir, a cuidar un poco de mí misma, a mimarme, que buena falta me hacía tener algo de tiempo libre...
Es cierto que tres tardes por semana cuido de los niños de mi amiga Cristina, porque de esa manera ella puede también asistir a sus clases de Yoga y de marquetería en el taller del Centro Cultural. Como me gustan mucho los locos bajitos, más que una obligación o un trabajo, se convierte en un placer... Yolanda es un encanto, con sus ocho años, toda preguntas, tan rubia como su madre... Y Felipe, de seis, moreno renegrío en cuanto se pasa unos días en la piscina, a quien todo le llama la atención... Son mis dos diablillos particulares, aunque se portan bastante bien... A veces me pregunto lo que se siente al tener hermanos pequeños, incluso al tener hijos, pero supongo que para lo segundo todavía estoy a tiempo...
Pero lo que más me duele, es no tener a mi lado a las dos personas a quienes más quiero... Claudia se ha vuelto a ir de viaje de negocios, creo que a Barcelona y luego a San Sebastián, y estará fuera un par de semanas... Es cierto que hablamos a menudo, y nos mandamos correos, pero noto que estoy pisando un terreno fronterizo, y no me gusta la sensación... Vale, es culpa mía, quedar completamente fascinada por su forma de ser, de pensar, por su trabajo... Cuando nos conocimos en el Ateneo, no imaginaba que llegaría a encontrarme así de perdida...
Porque la otra vez, durante aquél campamento de verano en Picos de Europa, a mis quince años, fue Isabel quien tomó la iniciativa... Nos colocaron a todos por parejas en tiendas de tres plazas, para que tuviéramos un poco más de espacio, y fue una de aquellas noches bajo las estrellas, durante la cual nos habíamos pasado un par de horas alrededor del fuego de campamento, cantando y contando chistes... Vamos, las cosas de siempre... Pero lo que sucedió entre aquellas paredes de tela aquella noche, que marcaba el ecuador de la acampada, no fue "lo de siempre"...
Todo empezó con una pregunta en apariencia inocente: "¿Te han besado alguna vez en los labios?" y yo le respondí que no... "¿Quieres saber lo que se siente cuando te besan? Sé que no soy un chico, pero, si cierras los ojos..." y yo ni siquiera respondí... Simplemente, me dejé llevar… Empezamos a besarnos sentadas, y pequeñas ráfagas de electricidad recorrieron todo mi cuerpo, pero como no era la postura más cómoda por las estrecheces de la tienda, nos tumbamos… Ya estábamos las dos en pijama, yo me tumbé sobre la colchoneta, cerrando los ojos a medias, y entonces los labios de Isabel se posaron de nuevo sobre los míos... Al principio, me sentía tan extraña, siendo besada por otra adolescente, era un año mayor que yo, y un poco más alta y fuerte, tan rubia como yo morena...
Pero mis labios se entreabrieron suavemente por su dulce caricia, y sin darme cuenta, lo único que me importaba era besar y ser besada por ella, todo el resto era accesorio... Suavemente, sus manos abrieron los botones de mi pijama, y lentamente fueron bajando por mi cuerpo, apartando los últimos restos de pudor y de ropa, con caricias, murmullos, susurros, roces... Me dejé llevar por ella, por lo que algunos llamarían lascivia o lujuria, pero ella fue la amante más atenta de todas las que he tenido en estos cinco años... aunque no hayan sido muchas…
Aquella noche, descubrí mil rincones de mi cuerpo y del suyo, extendidas sobre la parte interior de color granate de mi saco, a lo "American Beauty", pero sin tantos pétalos de rosa ni tanta bobería... Dos cuerpos jóvenes, dos almas que se buscan en la noche, demasiadas cosas por descubrir juntas, por compartir, dos bocas que recorren, exploran, sienten, prueban… Sabores casi de otra vida, que me persiguen algunas noches, cuando la luna está llena, y mi cama, tan vacía…
Y durante las siguientes tres noches, hasta que terminó el campamento, fuimos consolidando aquella hermosa experiencia clandestina, incluso sabiendo de antemano el amargo final... Porque ella era de un pueblecito de Badalona, y yo de Madrid... No hablamos demasiado de nuestras vidas, ni de la familia, como mucho, de nuestros gustos literarios, a las dos nos marcaron "Ilusiones" de Richard Bach y "El Principito" de Antoine de Saint Exupéry, y en cuanto a música, nos unía Pink Floyd... Todavía me pregunto si fue todo casualidad, o si existe algún tipo de destino que modifica nuestras vidas...
¿La habría conocido, tan íntimamente, si nos hubiera tocado en otra tienda? ¿Se habría acercado ella a mí, tal y como me decía? ¿Y si yo hubiera tenido miedo, de ella, de mí, de los sentimientos que despertaron aquella primera noche de tierna pasión? ¿Por qué tenemos siempre tanto miedo, a sentir…. a equivocarnos? Yo en ningún momento me planteé rechazarla, ni aquella noche, ni las otras, ni mucho menos ahora, que tengo más experiencia...
Siempre recordamos el primer amor, el primer beso, la primera vez que nos entregamos por completo a otra persona… Nos escribimos durante un tiempo, sobre todo para compartir recuerdos, para conocernos un poco mejor, y luego nos distanciamos, hasta perder el contacto... tal vez por pereza... o por no enturbiar los recuerdos... quizás incluso por seguir adelante con nuestros caminos… Algunas noches, cuando estoy sola en casa, mirando la luna llena, tengo ganas de llamarla, incluso imagino la conversación, tumbada sobre la cama, con mis pintas de andar por casa… pero tengo miedo del silencio… y no la llamo… Por eso, ahora, que me encuentro entre dos amores, ambos muy lejanos en el espacio, me acuerdo de Isabel, quien quizás no fuera realmente un amor, sino una fascinación, algo tremendamente sensual y sexual (todavía recuerdo el tacto de sus labios en mis pezones... y me estremezco...) que posiblemente fue mucho mejor al estar limitado en el tiempo... Isabel se ha convertido por eso en mi referencia, en la esencia de tres días con sus noches mágicos, tiernos, dulces… e irrepetibles… porque jamás volveré a tener la inocencia del primer amor…
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