14 de julio de 2007... En principio, uno más de los días de aquél largo verano, en el pueblo extremeño de mi padre, Azuaga... Otra mañana de piscina, incluyendo las tapitas en la terraza, de cuerpos al sol extendidos en toallas enormes... De sentirme algo incómoda, por salir del anonimato en el que vivo todo el año...
No me gusta demasiado el sol, y los primeros días, tengo la capacidad de ponerme de un tono rosáceo asalmonado, pero a partir del cuarto, obtengo un bronceado uniforme, tipo café con leche, que me gusta bastante... No, no es algo exuberante como el de mi prima Martita, que es dos años más joven que yo, y vuelve locos a todos los zagales, quizás por su aire inocente, o porque parece una muñeca...
Yo tampoco soy una de esas típicas bellezas extremeñas, de piel agitanada y exuberantes curvas, y normalmente, demasiadas caderas… y muchas de ellas con las cejas demasiado pobladas (al menos, para mi gusto). Estoy deseando que lleguen algunas costumbres, como la depilación integral de las mujeres, pues queda fatal el reborde de pelo negro alrededor del bikini… En el pueblo de mi padre, donde solemos ir de veraneo a casa de mi tía Agustina (que está situada en la segunda planta de la de mis abuelos), tengo la impresión de seguir generando bastante interés… algo que por otra parte, ni me molesta, ni me quita el sueño…
Me gusta mi cuerpo, mi larga melena oscura, los ojos verdes almendrados, mis pechos del tamaño perfecto para alojarse en el hueco de una mano, la cintura estrecha, las piernas largas y bien torneadas... Y, por supuesto, mi tatuaje de dragón sobre el omoplato derecho... y el auryn que solamente conoce mi ginecólogo (también lo conocen mi primo Miguel, mi “amiga” Isabel, y un par de personas más… y de forma muy superficial, Claudia…), pues se encuentra en un lugar muy selecto, y que me hicieron a los 14 años y de manera un poco clandestina en el estudio de tatuajes donde trabaja mi amiga Irene...
Sé que le gusto a muchos tíos... No hace falta tener un máster en psicología aplicada para darse cuenta, para interpretar algunas miradas y gestos, ¿verdad? Además, los adolescentes son bastante bobos, mucho hablar, mucho decir, y luego... no son capaces casi ni de quitarle las bragas o el tanga a una chica con su pleno consentimiento... Creo que el sujetador y los pantalones vaqueros se merecen ese “honor”. Deberían ficharlos como prenda de seguridad y anti-lujuria, porque hay pocas cosas más patéticas que ver a tu pareja haciendo el salto de la grulla (en plan “versión cutre de Karate Kid”) antes de pasar a la acción…
Las mujeres son algo más sencillas de entender, por una parte, aunque las señales de interés son más sutiles... también he aprendido a captarlas...
Todo este rollo, para deciros que no le veo ni tanto trauma, ni tanto miedo, ni mucho menos tanta satisfacción a eso de hacer el amor por primera vez... No son datos extraídos de un estudio sociológico, ni pretenden serlo, pero los dos tercios de las chicas no disfrutan nada acostándose por primera vez con un varón. El mayor enemigo suele ser la improvisación: los adolescentes no tenemos una casa propia y segura, donde dar rienda suelta a nuestras hormonas en celo. Muchas veces, hay que conformarse con el socorrido asiento trasero (o delantero) de un coche, aparcado en una calle poco transitada, en un área de servicio, en una gasolinera; con un portal o callejón más o menos a oscuras; con un cuarto de baño en un garito más o menos de moda, con toda la serie de inconvenientes que genera (salvo los baretos con servicios mixtos… que directamente tienen la máquina de preservativos junto a las cabinas); con la casa de un amigo durante una fiesta; con los vestuarios del instituto...
Aunque algunos de los sitios más peculiares donde hacerlo pueden ser el retrete de un avión al cruzar el Atlántico[1], en los probadores de un centro comercial, en un confesionario o en el escaparate de una tienda de muebles… Por supuesto, siempre puedes arriesgarte a traer a tu pareja a tu habitación, cuando tus padres duermen… o cuando no están en casa… Pero de alguna manera, a veces no quieres que los demás descubran demasiadas cosas de ti, sobre todo si se trata de un ligue, o de un polvo ocasional…
Pero es una experiencia que, en mi caso (y en el de todos nosotros) se puede resumir fácilmente, respondiendo a las típicas preguntas del periodista... ¿Cuándo? Ya lo sabéis, en la madrugada del 14 de julio de 2007, pero no hubo fuegos artificiales como en Francia... ¿Con quién? El primer chico fue mi primo Miguel, unos meses mayor que yo, pero que me rondaba desde el verano pasado... ¿Dónde? Sobre una manta, en mitad de un prado, cerca de las ruinas del castillo de Miramontes... ¿Cómo?... ¿Realmente hace falta que os lo explique?... Vale: casi por accidente, con un par de copas de más, te vas calentando en las fiestas del pueblo, la gente bebe y baila mucho... ¿Por qué? Sobre todo, por curiosidad...
¿El balance? Rápido, molesto y decepcionante... Al menos, no había mucha ropa que quitar: yo llevaba minifalda negra, top blanco, tanga negro, sujetador, sandalias y bolsito... Él, pantalón negro, camisa blanca y náuticos... Y un preservativo en la cartera, curioso, muy curioso, el que no estuviera caducado... Empezamos a calentarnos en la pista de baile, y luego, cogimos su coche para ir a la explanada del castillo... Había una manta en el maletero... Y de repente le apetece que veamos juntos las estrellas... Supongo que tenía curiosidad por el sexo, y Miguel podía resultar un buen partido, con su casi metro ochenta y sus anchas espaldas y unos setenta kilos de peso, parecía un armario en la piscina, con el torso bien definido, hombros anchos… Vamos, el típico semental… Con no muchas luces…
Nos adentramos en el prado, nos tumbamos entre los brotes de trigo, y minutos después, noto que está empezando a recorrer mi pierna con sus dedos... Yo no tenía muchas ganas, la verdad, pero él me gustaba más que otros chicos del pueblo (aunque tampoco hubiera mucho donde elegir), y me dejé llevar... Por temas hormonales, yo tomaba la píldora, aunque preferí utilizar un preservativo (mi madre siempre me ha insistido mucho en el riesgo de las enfermedades de transmisión sexual)...
Cuando me quise dar cuenta, yo estaba sin el tanga, abierta de piernas, y con mi primo jadeando sobre mí, empujando como un poseso, y preguntando cada dos por tres, "¿Te gusta, zorrita? ¿Te gusta?"... Y cuando por fin noto que me estoy empezando a excitar... él gruñe como un jabalí en celo, se corre de manera abundante en el condón (esas cosas se notan…), y se queda quieto en cuanto rueda fuera de mí y se pone de lado... ¿Ya está? ¿Eso es todo? Parece que sí... Por un momento, me planteo el masturbarme suavemente, para rematar la faena, pero se me han pasado las ganas…
Mientras intento limpiarme un poco, porque el lubricante de los preservativos mancha bastante la ropa, él se queda dormido sobre la manta, sin fuerzas para quitarse el preservativo y con sus partes al aire, y se pone a roncar... no sin antes tirarse un sonoro pedo… lo que representó el nivel máximo de mi tolerancia… No le desperté, de todas formas no corría ningún peligro en el prado, aparte de las habituales picaduras de mosquito, aunque lo arropé un poco con la manta (por si alguna vaca u oveja se confundía de matojo) y volví a casa caminando, tampoco es un pueblo demasiado grande... Las primeras luces del alba me pillaron bajo la ducha, y cuando por fin me sentí limpia, me fui a la cama...
No, no me dolió nada, tal vez por llevar años usando tampones... No, tampoco me gustó demasiado, y menos mal que las demás experiencias han sido mejores... Sí, normalmente exijo que mis amantes masculinos usen preservativo (lo que hagan después con él no es mi problema...) No, con las mujeres no tomo precauciones... En principio, no tengo preferencias de género a la hora de hacer el amor... Siempre y cuando sea realmente HACER EL AMOR... ¿Hace falta que te lo explique, querida lectora constante?
Para algunas chicas, ser virgen parece una carga, y por eso, lo único que les importa es quitársela de encima con cualquiera, con el primer desconocido que se encuentran en su vida, y que eso da lugar a toda una serie de fantasías estúpidas, de las que se benefician las escritoras de novelas románticas para mujeres, y los guionistas de las pelis porno para hombres… Los típicos sueños húmedos con el fornido fontanero, o los hermanos de las amigas, o los profesores de la facultad o del instituto, los bomberos, los policías… aunque pensando en el físico que suelen tener, tampoco me extraña demasiado la escasa imaginación de los guionistas, o de los encargados del vestuario…
Hagamos un pequeño inciso sobre las pelis porno, casi todas ellas están dirigidas y pensadas para el público masculino… Me asquea la imagen que dan de la mujer, como hembras de grandes ubres y nulo cerebro, o bien como Lolitas adolescentes, que solo tienen una cosa en la mente: que se las cepillen por todos los orificios del cuerpo, y si es posible, a la vez… ¿Cuándo tienen pensado hacer y difundir películas pornográficas hechas por y para mujeres heterosexuales? ¿O para lesbianas? ¿Por qué siempre tienen que trivializar lo que debería ser un acto de amor, de entrega, de confianza? Por lo menos, en la novela romántica, te dejan espacio para la imaginación, aunque se nota enseguida si la escribe un hombre o una mujer…
Ni creo que la virginidad sea una carga, ni algo despreciable, o que se deba entregar al primer cretino: lo único importante es el sentimiento, que realmente suceda en el lugar y en el momento adecuado, pero sobre todo, con alguien que no te importe recordar más adelante… y que tampoco te importe que él o ella te recuerde…
Mi famoso primo, el del 14 de julio de 2007… A la mañana siguiente, coincidimos de nuevo en la piscina… Yo temía aquél momento, pues sé que a los hombres les gusta alardear de sus conquistas con los amigotes… Pensaba decirle que, si se atrevía a comentarle a alguien lo de la noche anterior, sus pelotas estaban en peligro de extinción, literalmente… Pero al final no tuve que hacerlo: él mismo vino a disculparse por lo que había pasado, “estaba demasiado excitado por ti, Beatrice… He pasado mucho tiempo imaginando cosas similares… Y al final, me he comportado como un cerdo… Espero que me perdones…” En cierto modo, le perdoné, pero siempre me he mantenido distante… y por supuesto, nunca le he dado una segunda oportunidad, a pesar de que me lo ha pedido en varias ocasiones, sobre todo en los banquetes de bodas… con un par de copas de más…
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