El mundo seguía girando fuera de la habitación de hospital, que daba al jardín de las monjas, y aquél había sido nuestro consuelo, durante las últimas dos semanas: comprobar que día a día, la primavera triunfaba en el mundo exterior... y me devolvía la esperanza en un milagro, en una curación que se encontraba más allá de los límites de la ciencia...y, por supuesto, de la religión... Nunca he sido religiosa, ni tampoco he creído en cosas como la redención, el perdón de los pecados, ni mucho menos en la vida eterna... Y, sin embargo, los últimos meses me habría convertido a cualquier creencia, por extraña que fuera, con tal de recuperar la esperanza...
Cáncer... aquella maldita palabra, que nos había robado el futuro... No debería estar permitido que una persona joven enfermara... Y menos aún a los veinte años, cuando hay tantas personas viejas por el mundo, que mueren por consunción... O cuando nos hemos conocido hace tan poco tiempo, que no tenemos apenas recuerdos juntos... Un año... doce meses y seis días, con algunas horas: eso es todo el tiempo que hemos disfrutado...
Lo justo para conocernos en la Biblioteca Municipal, cuando los dos pedimos el mismo libro, "Rimas y leyendas", de Gustavo Adolfo Bécquer, en el mostrador... La sorpresa de compartir un autor clásico... El roce de nuestras manos, mientras nos empeñábamos en que el otro cogiera el libro... "No, cógelo tú... yo lo he leído varias veces, y me encanta...", me decías... "No, en serio, yo también lo he leído...", te respondí yo... "Cógelo, hazme ese favor..." Y yo no me creía que tú lo conocieras, o que lo hubieras leído... con tu mono de mecánico de coches, y algunas manchas de grasa bajo las uñas, no me lo creía... Hasta que no me dijiste: "Mira la rima IV..." y empezaste a recitarla de memoria, no me lo creí..."No digáis que agotado su tesoro, / de asuntos falta, enmudeció la lira; / podrá no haber poetas; pero siempre / habrá poesía..." La bibliotecaria, por mucho que disfrutase con nuestra conversación, nos aconsejó que nos fuéramos al bar de la esquina, para seguir hablando, o a nuestra mesa, si preferíamos quedarnos allí...
Y nos fuimos los dos, a las seis de la tarde del 28 de enero de 2010... El bar estaba casi vacío, por lo que nos acomodamos en una pequeña mesa con tapa de mármol (después de pasar los dedos por la parte inferior... por si las moscas: los dos habíamos leído "La Colmena", y nos acordábamos de las lápidas...), y estuvimos allí media hora, hablando, cómo no, de literatura... Me dejaste pagar a mí... y como estábamos en plena época de exámenes (tú con la FP de mecánica de automóviles, y yo con primero de Periodismo en la UCM), intercambiamos los móviles, con el compromiso de mandarnos un mensaje para quedar otro día y seguir charlando...
Aguanté dos días sin llamarte, entre otras cosas porque estaba desbordada con "Pensamiento político universal" y con el trabajo de "Redacción Periodística"... y justo cuando estaba a punto de hacerlo, recibo tu mensaje: "¿Nos vemos mañana, en la Biblioteca Municipal? Estaré allí sobre las seis de la tarde..." Siempre he sido una romántica empedernida, lo reconozco, y por eso, me apetecía verte... aunque casi no te reconocí: ibas de punta en blanco, con tus botas, tus pantalones vaqueros, la chupa de cuero y una camiseta de "Iron Maiden"... Justo el tipo de "chico malo" que me gusta... Aquella tarde, en la Biblioteca, estuvimos varias horas, intentando estudiar... porque en el fondo, estábamos mucho más pendientes del otro, que de los apuntes... Me gustaba perderme en tus enormes ojos verdes... y me preguntaba cual sería el sabor de tus labios... o el tacto de tus manos sobre mi piel...
La primera vez que pronunciaste mi nombre, Beatrice, sonó distinto... y me recordó mucho la manera que tenía mi padre de llamarme, cuando estábamos solos en casa... y sin la tristeza de sus últimos días... Tu nombre sonaba bien en mis labios, "Federico, a secas..." y no soportabas los diminutivos... Empecé a frecuentar la biblioteca de Carabanchel más a menudo, al menos dos tardes en semana nos citábamos para estudiar juntos, y descansábamos un rato a media jornada, para compartir un pincho de tortilla y una caña, en "nuestro" bar...
¿Que si fue un noviazgo tradicional? No lo sé... yo nunca he sido una mujer tradicional... y ya es un poco tarde para cambiar... Solo puedo hablar por mí, es cierto... Y sí, me enamoré de Federico, lenta pero inexorablemente... Su voz era dulce y profunda... Sus ojos, verde aguamarina, que me traspasaban... Su pelo, largo, encrespado y negro como una noche sin luna... Ya desde la cuarta vez que nos vimos, me imaginaba el tacto de sus manos sobre mi piel... En el mes de marzo vimos la tercera de "Millenium", no nos gustó demasiado a ninguno de los dos... y empezamos a salir solos... intercambiamos correos electrónicos, llamadas, mensajes...
Hicimos una escapada a la costa en Semana Santa, a Benicassim, con otra pareja de la facultad... aunque no hicimos gran cosa, salvo pasear por la costa, y la segunda noche, sentados en un banco iluminado por la luna, te besé... Sí, fui yo quien tomó la iniciativa, y no me arrepiento de ello... Sonará a tópico, pero terminamos la noche en mi cama... Yo escogí, el "cuándo", el "dónde" y el "cómo"... ¡Eras tan tímido, amor! Incluso se diría que te daba corte acariciarme, recorrer mi cuerpo con tus manos, notar el tacto de mi piel contra la tuya... ¿Que si yo había preparado el viaje, para hacer el amor contigo? Bueno, no exactamente... pero las cosas salieron así... y no me arrepiento...
Tú vivías en un piso compartido, con otros dos estudiantes de FP... Ambos solteros y sin compromiso... Según mi amiga Magnolia, me estaba metiendo "en un campo de nabos"... ¡Sois tan predecibles, los hombres, y tan fáciles de provocar, de manipular! La segunda noche que pasé contigo, después de hacer el amor, me fui a la cocina con mi pijama de verano (el super corto), para beber un vaso de agua... Casi podía escuchar sus pensamientos, mientras me veían pasar desde el sofá del salón... A la mañana siguiente, salí de la ducha envuelta en mi toalla blanca, tal vez un pelín corta y un pelín ceñida.... Soy muy mala, lo sé...y disfruto con ello... Pero tú eras mi único amor...
Lo que más me gustaba de ti, Federico, era descubrir cosas juntos: tus ansias de explorar la vida eran muy contagiosas... Gracias a ti, he conocido a Michael Moorcok, Maturin, Melville, Ella Fitzgerald, Boney M... y cientos de cosas nuevas... Cada minuto, a tu lado, incluso en los momentos finales, ha sido irrepetible...
Te entregué mi corazón, y mi alma... Tal vez eramos demasiado felices juntos... y la propia vida tenía celos de nosotros... Guapos, jóvenes, con ilusiones, con futuro... y amándonos... Me entregué a ti, sin condiciones... Llegó el invierno y, con él, la enfermedad... aquella maldita frase, "cáncer de médula"... y llegaron las sesiones de quimio... y de radio... Hicieron las pruebas, buscando un donante... Tu hermana resultó compatible...
Y aquí estamos, amor... Tu mano entre las mías... La esperanza... Mientras me inclino suavemente hacia ti, para besar una vez más tus labios... Entonces, abres tus increíbles ojos verdes, y me miras... y me sonríes...
Entonces, tengo la certeza de que, para nosotros, habrá un mañana...
Hicimos una escapada a la costa en Semana Santa, a Benicassim, con otra pareja de la facultad... aunque no hicimos gran cosa, salvo pasear por la costa, y la segunda noche, sentados en un banco iluminado por la luna, te besé... Sí, fui yo quien tomó la iniciativa, y no me arrepiento de ello... Sonará a tópico, pero terminamos la noche en mi cama... Yo escogí, el "cuándo", el "dónde" y el "cómo"... ¡Eras tan tímido, amor! Incluso se diría que te daba corte acariciarme, recorrer mi cuerpo con tus manos, notar el tacto de mi piel contra la tuya... ¿Que si yo había preparado el viaje, para hacer el amor contigo? Bueno, no exactamente... pero las cosas salieron así... y no me arrepiento...
Tú vivías en un piso compartido, con otros dos estudiantes de FP... Ambos solteros y sin compromiso... Según mi amiga Magnolia, me estaba metiendo "en un campo de nabos"... ¡Sois tan predecibles, los hombres, y tan fáciles de provocar, de manipular! La segunda noche que pasé contigo, después de hacer el amor, me fui a la cocina con mi pijama de verano (el super corto), para beber un vaso de agua... Casi podía escuchar sus pensamientos, mientras me veían pasar desde el sofá del salón... A la mañana siguiente, salí de la ducha envuelta en mi toalla blanca, tal vez un pelín corta y un pelín ceñida.... Soy muy mala, lo sé...y disfruto con ello... Pero tú eras mi único amor...
Lo que más me gustaba de ti, Federico, era descubrir cosas juntos: tus ansias de explorar la vida eran muy contagiosas... Gracias a ti, he conocido a Michael Moorcok, Maturin, Melville, Ella Fitzgerald, Boney M... y cientos de cosas nuevas... Cada minuto, a tu lado, incluso en los momentos finales, ha sido irrepetible...
Te entregué mi corazón, y mi alma... Tal vez eramos demasiado felices juntos... y la propia vida tenía celos de nosotros... Guapos, jóvenes, con ilusiones, con futuro... y amándonos... Me entregué a ti, sin condiciones... Llegó el invierno y, con él, la enfermedad... aquella maldita frase, "cáncer de médula"... y llegaron las sesiones de quimio... y de radio... Hicieron las pruebas, buscando un donante... Tu hermana resultó compatible...
Y aquí estamos, amor... Tu mano entre las mías... La esperanza... Mientras me inclino suavemente hacia ti, para besar una vez más tus labios... Entonces, abres tus increíbles ojos verdes, y me miras... y me sonríes...
Entonces, tengo la certeza de que, para nosotros, habrá un mañana...
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