Esta es la primera, y posiblemente no haya muchas otras después, que aparece “mi Antonio”, el compañero de la facultad… Sí, es cierto, hasta las vacaciones de verano, hemos quedado unas cuantas veces para estudiar en la biblioteca, y comido en la cafetería…
Cuando amas, el tiempo cambia, aunque eso no es nada nuevo, ¿verdad? Los minutos lejos de aquella persona tan especial se vuelven eternos, áridos, inmutables como las arenas del desierto en Costa Esqueletos... Y todo el mundo parece ralentizarse...
La gota de agua que surge del grifo mal cerrado del cuarto de baño aparece, tímida, lentamente, y poco a poco, va engordando su barriguita, preparándose para su último viaje en solitario, y con un solidario "plop" se funde en la pequeña charca donde se encuentran sus hermanas, que la reciben extasiadas... mientras empieza a formarse otra pequeña mensajera del cielo...
El ventilador del techo del salón, que solo usamos en verano, reanuda, giro tras giro, su átona sinfonía, removiendo lentamente el aire estancado de la media tarde en Madrid... Supongo que estará cansado de dar vueltas y vueltas, sin llegar a ninguna parte... Tendré que pedirle a mi hermano que lo revise el mes que viene, cuando regrese a casa...
Incluso “Humfrito” (también conocido como “Boggie”), el gato negro que antes fue macho, parece sentir mi estado de ánimo, y se estira al ralentí, metódicamente... Primero los dedos de las patas delanteras, sacando sus tremendas uñas, luego las patas... Más tarde, las orejas y toda la cabeza, al mismo tiempo que bosteza ruidosamente... Luego, arquea el lomo y, en una dificilísima maniobra, estira simultáneamente el rabo y las patas traseras... Y después de semejante despliegue de hiperactividad, me guiña un ojo, y reanuda su siesta, en el sillón de orejas...
Hace calor en el salón... Estoy sola en casa, con la típica camiseta gigantesca de Iron Maiden, las mallas negras, los calentadores y unas zapatillas de oso... He puesto un cd de música clásica, y por los altavoces del home cinema se desgranan los acordes de "La Barcarola de los cuentos de Hoffman", de Jacques Offenbach, y aunque no entiendo lo que cantan, me embarga una extraña paz... La habitación se encuentra en penumbras, y en el regazo tengo los "20 poemas de amor y una canción desesperada" de Pablo Neruda, y al bajar la mirada, tropiezo con estos versos: "Para mi corazón basta tu pecho/ para tu libertad bastan mis alas... "
Me acuerdo de él... De su timidez... De sus miradas, un poco furtivas, desde el otro lado de la mesa de la biblioteca... De cómo se sonrojó cuando le pillé observándome... Y de cómo me sonrojé yo cuando nuestros ojos se encontraron... No hablamos, no abrimos ni siquiera la boca, salvo para intercambiar un "buenos días", y pasamos el resto de la mañana estudiando... Faltaban pocos minutos para que cerrase la biblioteca, cuando al levantarse me dijo "¿Nos vemos mañana?"…
Y yo, tonta de mí, le dije que lo pensaría... Hoy me he quedado en casa, le he dado un monumental plantón... Tal vez por miedo... No he sido capaz de levantarme de la cama, y de cinco en cinco minutos, he dejado que sonase el móvil… Hasta que al final, lo he apagado… y, he dormitado casi hasta la hora de comer, intentando justificarme con la larga noche de estudio... Pero en el fondo, sumida en aquél marasmo de sueños, deseos, anhelos... encuentro miedo, mucho miedo... al rechazo… al fracaso… a decepcionarme… y decepcionarle… A que se rompa aquella antigua magia ([“That old black magic”, una de mis canciones favoritas de Sinatra), que de alguna manera nos ha unido durante pocas horas…
No sé cómo se llama, ni en qué curso estudia, ni si lo veré otro día... ni si querrá hablarme… Solo me fijé en sus ojos azul cielo, y en su largo cabello negro... ¿Iré mañana a la biblioteca de la facultad, para hacerme la encontradiza? Es posible... ¿Le buscaré por la planta baja, y si no le veo, me sentaré en la misma zona, y le guardaré un sitio a mi lado? No lo descarto... ¿Conseguiré estudiar algo de "Teoría del Pensamiento Político Universal"? Haré lo posible... Aunque si él aparece de nuevo, es posible que me cueste concentrarme, y por eso me llevaré a Neruda... Y estoy decidida a no despedirme sin conocer su nombre... ¿Me habré enamorado de él, de un perfecto desconocido?... No lo sé, es demasiado pronto para pensar en eso... Aunque tampoco sería la primera vez…
Incluso para alguien como yo, perpetua enamorada del aire, con una fuerte necesidad de compartir sentimientos, y suaves caricias… Experta en imaginar mil situaciones, mil desenlaces, para cada persona que se cruza en mi camino… sobre todo, en los momentos bajos, cuando más necesito querer y ser querida…
Quizás, por eso escribo: para imaginar un “antes” y un “después” en la vida de perfectos desconocidos, que me han llamado la atención en el metro, en el parque, en la calle… De una sola mirada, saco una historia; incluso de unas manos, o de unos labios… En mis personajes, que van poblando mis mundos de tinta, hay muchas cosas de mi entorno, y de mí misma… y, posiblemente, de ti… Porque compartimos los miedos, querida lectora constante, y las inquietudes, y muchos sueños, pero solo los buenos…
Me gustaría ser más racional, ser capaz de aceptar mis limitaciones, y las que se derivan de la sociedad, poder amoldarme a las expectativas de los demás, por ejemplo, las de mi madre, que no para de recordarme que “en el mundo real, tienes que aprovechar todas las oportunidades que surgen, para labrarte un futuro”… que debo “estar dispuesta a pisar a quien haga falta”… aunque su expresión favorita es “en esta vida, nadie te va a regalar nada…” Y tiene razón, lo sé… pero yo necesito tener tiempo… para soñar… para imaginar… y también para llorar… y añorar… Pero me identifico más con las de mi tía Agustina, pues ella siempre me dice que “en esta vida, solo importa luchar por dos cosas, el amor y la felicidad”… Y su frase preferida es: “la medida del amor es amar sin medida”…
Los rayos de luz que traspasan la doble barrera de la persiana y las cortinas del salón parecen empeñarse en iluminar cada motita de polvo en el aire, y refulgen como minúsculos diamantes… De alguna parte llega una corriente de aire, y me hundo un poco más entre los cojines del sofá, mientras Humfrito se acomoda en mi regazo… Mientras tanto, las horas, los minutos, se arrastran en las arenas del tiempo... Y el reloj parece haber detenido su camino... "porque la vida se agota..."
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