Hoy me siento frágil, como una pompa de jabón... Es una sensación extraña, no del todo desagradable, pero que de todas formas no me gusta demasiado... Siempre presumo de ser una chica fuerte, con las ideas bastante claras, con una serie de principios que procuro respetar... Soy independiente, al menos, hasta donde alcanza la paga que me da mi madre por colaborar en las tareas de la casa, y de vez en cuando acepto pequeños trabajitos, por ejemplo, en un Burger King, repartiendo propaganda, cosas por el estilo, para conseguir algunos caprichos... Sobre todo, libros y discos…
Pero hoy, no sé, me faltan las fuerzas, me persigue un fuerte dolor de cabeza, y aprovecharé que hoy no tengo ningún examen en la facultad para quedarme en casa, y disfrutar de la mañana, con toda la casa para mí... Supongo que no me puedo quejar, vivo en Carabanchel, tengo una habitación bastante grande para mí sola (bueno, y para el fantasma de Cachivache, mi hámster, que viene algunas noches... pero de todas formas ocupa poco espacio), con una gran mesa frente a la ventana, en la que ubico el portátil, y la última de mis maquetas de barcos…
Y casi todas las paredes las tengo cubiertas de posters enmarcados y de estanterías... Mi cama es grande, grande... Y también el armario... Con un altillo maravilloso, donde me cabe toda la ropa de fuera de temporada, y algún que otro secreto… De todas formas, aprovecho parte de la habitación de mi hermano como trastero...
Aunque mi lugar favorito de toda la casa, es el sofá del salón, amoroso, mullido, el mejor lugar para leer y estar tranquila, en mañanas como la de hoy, cuando parte de mi mundo está desenfocado... Pues me siento frágil... Mañana iré de compras por la tarde con Claudia, se ha empeñado en hacerme un regalo de cumpleaños, "porque el cambio de década es muy importante, Beatrice..." Tengo muchas ganas de estar con ella, porque hace dos semanas que no nos vemos, y el tiempo se ha vuelto eterno... Espero que me cambie el ánimo al estar con ella...
Veinte años... cumplo veinte años el domingo... pero no se lo he dicho a nadie de la complu, me revientan las típicas muestras de hipocresía, cuando varias personas se juntan para hacer un regalo o cantar una estúpida cancioncita en mitad de la cafetería... Por eso, después de comer con la familia, incluyendo a la tía Agustina, que ha venido desde Villaviciosa, y “Las Valkirias de Carabanchel”, nos iremos todos al cine, y luego a la bolera... aunque cenaré con Claudia… Para comenzar con buen pie el siguiente ciclo...
Ya es oficial... Dentro de pocas horas, a las ocho y media de la mañana, se cumplirán veinte años desde mi nacimiento... ¡Veinte años! Parece una enormidad de tiempo... Cuando eres pequeña, quiero decir realmente pequeña, miras a las adolescentes de doce, catorce y sobre todo dieciséis años, como si fueran diosas, personas importantes y superiores a ti, que como mucho te permiten que les abras la puerta...
A los nueve años, te sientes tan pequeña, y tu mayor obsesión parece ser llegar a la primera década de vida, una especie de barrera psicológica, casi tan importante como alcanzar la estatura mínima para montarte en las atracciones de la feria… Nunca me han gustado las ferias, ni los parques de atracciones… Tengo demasiada imaginación… Me dan miedo los encapuchados, y cuando me convencen para entrar en la Casa del Terror, me quedo siempre con la duda, sobre si lo que estoy viendo es real o no, si aquellos personajes vendados, ensangrentados, son reales… Enseguida me monto mis películas, donde un loco recién fugado del manicomio se refugia en las atracciones, y empieza a secuestrar a las adolescentes, para torturarlas en medio de rituales de sangre…
Eso por no hablar de los chicos... Seguro que si ahora vuelvo a encontrarme con uno de esos zagales que tanto me gustaban, y que tanto me imponían, cuando yo tenía diez o doce años, me avergonzaría de mi ingenuidad... parecían tan “machitos” con sus bicis de cross, sus botas... y sus primeros cigarrillos, que fumaban en grupo y a escondidas, casi siempre por hacerse los machotes… Lo que más recuerdo, los paseos en moto, furtivos momentos de abrazarme a una espalda cubierta de cuero que me ignoraba completamente, por ser demasiado niña... Y que son los mismos que, dos años más tarde, demuestran su interés de mil y una maneras, con tal de besarnos en la boca, y rozar nuestros pechos incipientes…
Los primeros años de la adolescencia son extraños, complicados, oscuros, pero al mismo tiempo, apasionantes, por todos los cambios que experimentas en tu cuerpo, y que los demás sufren también... Aquella primera menstruación, aunque no te pilla demasiado por sorpresa (mi madre tiene una farmacia, que lleva muchos años en nuestra familia), sí es incómoda... Con un poco de suerte, te viene en el recreo del instituto... Y con algo más de suerte, tienes cerca alguna compañera, más previsora que tú, que te puede dar una compresa... Siempre me he preguntado por qué en los institutos no tienen una pequeña reserva de compresas, para echarnos una mano en esos momentos tan complicados... No sería tan complicado hacerlo: basta con tener un par de cajas de compresas, como emergencia, en la sala de profesores, y que luego alguna persona, como por ejemplo el orientador, se encargase de tranquilizar a la debutante… Por mucho que sepas o intuyas lo que te está pasando, la primera vez puede ser aterrador…Si no, que le pregunten a Carietta (Carrie) White, una joven de 17 años de Chamberlain, USA… Más conocida como “Carrie”, el libro cuya lectura sigue estando censurada en muchos de los institutos americanos…
Todo esto para deciros que, en el fondo, cada etapa de la vida tiene su complicación, y su interés... Que de niñas, las adolescentes nos parecen diosas, y los adolescentes, los chicos, bueno... raros, muy complicados, pero de todas formas despiertan nuestro interés... Que una vez que has superado la primera menstruación, y en casa empiezan a decir de ti que ya eres "toda una mujercita", y que tendrás "que vestirte con más cuidado", quedan muy pocas barreras psicológicas por superar... Del cole pasas al instituto, y con suerte, pasas a otra etapa distinta de tu vida... Dejas atrás viejos miedos, ambientes conocidos, y te ves inmersa en otro mundo, donde pasas de ser el más viejo, a ser el más joven, en 1º de la ESO… Y tu mayor obsesión es pasar desapercibida, que nadie se dé cuenta de lo lista que eres, fundirte con la mediocridad imperante, que no se fijen en ti las “malotas” de la clase, y te dejen en paz…
Dieciocho años... la mayoría de edad, que de dan ganas de escribir con mayúsculas, para que todo el mundo se entere, de que ya eres MAYOR DE EDAD... Por ejemplo, para tomarte unas copas en un bar, ir a una discoteca en horario nocturno, comprar bebidas alcohólicas en los chinos (sin tener que recurrir al típico amigo mayor que se queda con una parte antes del botellón), volver a casa a la hora que te apetece (con alguna negociación previa), ver amanecer en las barcas del Retiro, comprar entradas para un concierto... Te parece un momento trascendente, y lo es, sin duda alguna[1]... Entre otras cosas, porque puedes escoger, retomar en parte el rumbo de tu vida, y si te decides a estudiar una carrera, empiezas desde cero, sobre todo, nuevos compañeros, ambientes, expectativas…
No hay peor experiencia que encontrarte en primer año de carrera, con una de esas “malotas”, que está decidida a repetir esquemas, con los viejos motes, y los típicos comportamientos neandertalianos que te habían amargado parte de tu adolescencia… Se llamaba Mari Ángeles, pero en el instituto era más conocida como “La Geli”, una mala bestia rubia teñida, de casi un metro ochenta de alto…Me gustaría deciros que la esperé en los baños, y que le di tantas patadas con mis Doc Marten de puntera de acero, que se lo pensó dos veces antes de acercarse a mí otra vez… La realidad es bien distinta: desapareció de la noche a la mañana… Unos dicen que se fue con los feriantes, otros que descubrió su potencial como vendedora de teletienda, y no faltaron quienes aseguraron que se había marchado con un jeque árabe (y sus padres recibieron a cambio veinte camellos, con los que montaron unas rutas por el mini-Hollywood de Almería)… Yo creo más factible que se metiera en el mundo del comercio, porque siempre ha tenido grandes dotes de persuasión… Aunque tampoco es algo que me importe demasiado a estas alturas…
Pero esta noche, mientras estoy sola en casa, porque no me apetece estar con nadie, ni hacer un botellón, ni nada por el estilo, me pongo a pensar... Que en cierto modo, cumplir veinte años, por el simple detalle de cambiar de década, me da un poquito de miedo... Es como empezar una etapa nueva en tu vida, hacer “tabula rasa” en muchos aspectos, y concederte a ti misma otra oportunidad, un nuevo comienzo, para intentar aprovechar mejor el tiempo... Para sentir más… Para desprenderte de algunos miedos, y adquirir otros nuevos… Miedo al fracaso, a quedarme encasillada dentro de un trabajo sin futuro, a no encontrar a mi “medio melocotón”… Por eso, prefiero arriesgarme a seguir, en lo posible, las consignas de tu corazón…
[1] [Aunque de lo más importante, a veces no te das ni cuenta: ya has alcanzado la edad penal… Lo que unos meses antes se consideraba una simple gamberrada, como por ejemplo volcar un contenedor, ahora es un delito… Otra cosa que hace mucha ilusión es la primera vez que votas… y lo haces sin demasiado criterio… A veces, suele ser la última…]
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